domingo, 14 de febrero de 2016

Artículo de interés

Lógica y razonabilidad

Rubén Darío Henao Ciro

Según Peirce (1902) es necesario el estudio de la lógica puesto que esta permite corregir nuestra práctica del razonar para verificar una verdad. Así, si lo recto y lo equivocado son subjetivos, nuestra conciencia ha de ilustrarse bien para evitar el mal razonar mal y alcanzar la verdad.

La lógica estudia el pensamiento como reflejo de las diferentes formas de abstracción por medio de formas y leyes. Las formas son los conceptos, los juicios y los razonamientos, que se manifiestan en las hipótesis, consolidadas como reglas que contienen un concepto esencial. Los razonamientos incluyen argumentos, que pueden ser demostraciones o refutaciones y tienen como médula el diálogo. Este último se expresa por medio de abducciones, deducciones, inducciones o análogos.

La actividad lógica no está por encima de la razonabilidad, sino que esta última es el fin supremo y la lógica está supeditada a ella (Peirce,1902; Lipman, 1997; Rawls, 1999; Nubiola, 2011; Barrena, 2015a, 2015b). En efecto, para múltiples situaciones de la experiencia hay que utilizar una lógica más allá de la lógica formal, sin excluirla, una lógica creativa (Barrena, 2007, 2015; Barrena & Nubiola, 2013), una lógica abductiva (Peirce, 1878, 1903) o una lógica de lo razonable (Siches, 1927) que contenga en lo axiológico, lo experiencial y lo estético.

Peirce define la lógica como “sólo otro nombre de la semiótica, la doctrina cuasi-necesaria, o formal de los signos” (1974, p. 21), y establece como tesis fundamental que el ser humano es de naturaleza semiótica y por lo tanto también lo es el pensamiento. En su clasificación de las ciencias, Peirce (1968) divide la lógica en gramática, lógica crítica y retórica. La lógica crítica o, ciencia formal de la verdad es el estudio de la referencia de los signos a sus objetos (p. 28); su soporte sistemático lo toma de la lógica formal. Peirce establece que “la lógica crítica se refiere al buen razonamiento, por eso debe vincularse con la ética y la estética (Mariafioti, 2010, p. 109) en la búsqueda de la verdad por medio de la generación de hipótesis se vale de la deducción, la inducción y la abducción.

Respecto a la abducción, Peirce (1903) señala que es el proceso de formación de hipótesis a partir de un hecho, fenómeno u observación que requiere explicación; “el hecho sorprendente C es observado; pero si A fuera verdadero, C resultaría obvio, por ende, hay razones para sospechar que A es verdadero” (p. 6) y que puede ser inferido abductivamente. La abducción permite obtener nuevo conocimiento al proponer una hipótesis científica que explique una anomalía o una sorpresa, la deducción permite sacar proposiciones a probar de la hipótesis y la inducción comprueba dichas proposiciones. Además, la abducción encarna la razonabilidad.

La razonabilidad se refiere a la cualidad de razonable que tiene el ejercicio de la racionalidad (Graciano, 2007); la idea de razonabilidad tiene aplicación con personas grupos e instituciones Muñoz (2007); es un sistema equitativo de cooperación cuyas personas abrazan concepciones comprehensivas, Muñoz (2007, p. 123) y "alude, en todo caso, a la capacidad de adaptación de alguien respecto de algo, con el fin de evitar conflictos mediante soluciones que satisfagan a todos en el mayor grado que las circunstancias lo permitan" (Mercader Uguina, 2008, p. 133); la razonabilidad “es precisamente eso que proporciona unidad a todas nuestras cogniciones, que hace que se reúnan en una unidad y que las acciones procedan del cuerpo entero de nuestro conocimiento” (Barrena, 2003, p. 408).

Este proceso relacionado con la construcción de la verdad requiere personas razonables; estas “se muestran dispuestas a proponer principios y criterios en calidad de términos equitativos de cooperación” (Rawls, 2004, p. 80); una persona razonable “es quien trata de ejercer en todo momento la prudencia en el juicio, la ponderación en el razonamiento, la serenidad en el comportamiento. Es quien evita regirse por impulsos irracionales, pero también por principios racionales abstractos” (Villoro, 2007, p. 219). La razonabilidad caracteriza a una persona educada (Lipman, 1997; García, 2006; Miranda, 2007; Barrena, 2015), de allí que la educación tiene la misión de formar personas razonables con responsabilidad social capaces de resolver problemas y tomar decisiones asertivas.

La razonabilidad es racionalidad moderada; tiene que ver con el empeño en hacer razonables los hechos y las cosas con base en los conocimientos previos y la experiencia personal (Peirce, 1990; Barrena & Nubiola, 2013), depende de la abducción como componente de la lógica crítica que busca la verdad de otra manera: utilizando razonamientos buenos, bellos y formales (Peirce, 1903), dejándose afectar por lo que pasa (Farina, 2006; Larrosa, 2007) para superar el intrincamiento de la violencia o la ignorancia.

Así, la razonabilidad es un proceso interhumano y abductivo que interpreta la experiencia como “ese terreno en el que se produce el intercambio negociador que genera el sentido” (Gamoneda, 2015, p. 148) y valida la experiencia estética que acerca el ser al hecho sorprendente y le permite establecer nuevas conexiones dialógicas desde lo que es, lo que siente, lo que lee y lo que piensa; es una construcción colectiva que define a hombres y mujeres como seres inacabados pero pensantes; es un proceso por medio del cual lo humano se hace racional y lo racional más humano.

La razonabilidad como proceso incorpora la triada peircena relacionada con las ciencias normativas: lógica, estética y ética; la primera en cuanto búsqueda de la verdad, la segunda relacionada con lo bello y la tercera con la bondad. Según Barrena (2006), la estética es el fundamento de la lógica y la ética, puesto que señala que ha de encarnarse la razonabilidad desde las acciones y los sentimientos. La estética, entendida por Peirce (1906), “como algo más que una teoría de la belleza o la ciencia del conocimiento sensible (…) contiene el corazón, el alma y el espíritu de la ciencia normativa” (Barrena & Nubiola, 2013, p. 82). En Peirce (1902), una de las características del ser humano es que busca un ideal y ese ideal es la estética que determina el ideal último que orienta sus acciones; “el fin último, que posee esas características, no es otro para Peirce que la evolución de la razonabilidad concreta” (Barrena, 2013, p. 83).

La razonabilidad tiene una característica comunitaria e intrínsecamente social; “la razonabilidad no es una simple racionalidad algorítmica o mecánica, pues incluye también los elementos instintivos decisivos para la generación y selección de hipótesis en el trabajo científico” (Nubiola, 2008, párr. 14). En Peirce (1902) el desarrollo de la razonabilidad es "el más alto de todos los posibles fines" (CP 2.34, 1902), por eso en Peirce, la razonabilidad es una categoría elevada por encima de la lógica (CP 2.195, 1902), luego ser lógico está en la ruta de ser razonable puesto que lo segundo implica la inclusión de los sentimientos y las emociones en las acciones.

Peirce (CP 2.34, 1902) dice que de todos los fines posibles del hombre, el mayor es la razonabilidad concreta; allí en ese proceso evolutivo busca el hombre su universalidad. Pero, ¿Qué es razonabilidad concreta? Mayorga (2008) dice que “la expresión parece una extraña elección para describir los objetivos más altos de la ética” (párr. 33). La comprensión de la razonabilidad concreta implica el conocimiento de la metafísica peircena y su máxima pragmática. La razonabilidad concreta es una terceridad en la cual el ser gobierna eventos individuales y ofrece explicaciones generales; para ello, dice Peirce (1903 que el ser está siempre en un estado de crecimiento y “el desarrollo de la razón requiere como parte suya la ocurrencia de más eventos individuales de los que pueden ocurrir alguna vez” (CP 1.615, 1903).

Siguiendo a Mayorga (2008), la razonabilidad tiene que ver con la racionalización del universo que no se concreta en los intereses individuales, sino que "en aquellas cosas universales de las que trata la filosofía, en los factores del universo, el hombre encuentra su más alta ocupación" (CP 1.673, 1898). Así el mundo será más razonable en la medida que la política, el gobierno, la ley; y en estos, los hombres actúen con una ética pura y pongan el bienestar del otro por delante del propio.

“Toma como faro de tus pasos la fría luz de la razón y considera tu tarea, tu deber, como lo más alto, y sólo puedes descansar en uno u otro de esos objetivos (…) así el mandamiento supremo de la religión budista-cristiana es generalizar, completar todo el sistema hasta que aparezca la continuidad y los distintos individuos se unifiquen (CP 1.673, 1898).

Como puede verse en estas palabras, además de bellas contienen una profundidad tendiente a combinar epistemología, metafísica y ética hacia la realización de una tarea pensada como la misión máxima del ser humano, un ser que “… adora la divina majestad del poder de la razonabilidad detrás del hecho (CP 8.136, n. 3, c. 1900; citado en Nubiola, 2011, p. 8). No cabe duda de que "la razonabilidad peirceana apunta a unos seres humanos capaces de introducir nueva inteligibilidad en el universo, de dar sentido y de hacer razonables sus propias vidas y lo que les rodea" (Nubiola, 2011, p. 8). Así como se imponen signos al cuerpo que nos identifican con una manera de pensar, la razonabilidad es un sello sobre la mente que abre el ser humano al mundo de manera inteligible y comprensivo en busca de lo universal.

Nubiola (2011) muestra como rasgos de la razonabilidad el anticartesianismo, en tanto supera los dualismos simplistas, y el falibilismo en tanto considera que la experiencia puede tener equivocaciones susceptibles de corrección, ligado al pluralismo puesto que "la experiencia humana acontece siempre de un modo plural" (p. 9). La razonabilidad tiene, como proceso, un componente objetivo representado en principio de la lógica formal y uno subjetivo relacionado con el sentido común, las costumbres, las leyes y el contexto de aplicación.


En síntesis, el proceso científico e investigativo empieza con una duda que procede de un hecho sorprendente, este detona lo nuevo y fecunda la imaginación y provoca una abducción apoyada en la experiencia y los conocimientos previos para buscar causas que expliquen el fenómeno - lo hagan razonable - y permitan formular una hipótesis. Dicha hipótesis en tanto explica los hechos, debe ser probada por medio de la deducción y comprobada experimentalmente mediante la inducción. Esta idea de abducción encarna la razonabilidad concreta como ese elemento de terceridad en el cual el ser humano, siempre en estado de crecimiento, introduce nueva inteligibilidad en el universo; este crecimiento es el ideal de la educación.

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